░▒▓█𝙇𝙡𝙖𝙢𝙖𝙨 𝙚𝙣 𝙡𝙖 𝙤𝙨𝙘𝙪𝙧𝙞𝙙𝙖𝙙█▓▒░

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|!¤*~*¤!|INTRODUCCIÓN|!¤*~*¤!|

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El fuego nunca se apaga del todo, incluso cuando parece reducido a cenizas. Para Shoto Todoroki, cada noche es una prueba de ello. Sus pesadillas no son meras sombras pasajeras; son brasas encendidas en su piel, recuerdos imborrables que arden con la misma intensidad que el odio que lleva dentro.

Ser el hijo de Endeavor nunca fue un privilegio, sino una maldición escrita en su carne. La cicatriz en su rostro es solo la superficie de un dolor más profundo, de un pasado que lo persigue con la persistencia de un incendio imposible de sofocar. Su reflejo es su mayor enemigo.

Este texto es una inmersión en la mente de Shoto, en la pesadilla que es su historia. A través de sus recuerdos y su rabia inquebrantable, exploramos la herida abierta que dejó su infancia, el resentimiento visceral hacia su padre y la eterna lucha por no convertirse en él.

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|!¤*'~``~'*¤!| FICHA |!¤*'~``~'*¤!|

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《Título》

𝙇𝙡𝙖𝙢𝙖𝙨 𝙚𝙣 𝙡𝙖 𝙤𝙨𝙘𝙪𝙧𝙞𝙙𝙖𝙙

《Autor》

—(••÷ 𝔸𝕜𝖆𝕿𝖘𝖚𝖐𝖎𝖔𝖋𝖇𝖑𝖔𝖔𝖉 ÷••)—

《Estado》

Completo

《Partes》

One-Shot

《Palabras》

789

《Caracteres》

4382

《Personaje》

Shouto Todoroki

《Serie》

Villanos

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I. Llamas en la Oscuridad

Shoto Todoroki despierta con la garganta seca y los ojos ardientes, la respiración entrecortada y el pulso galopando como un animal enloquecido. El calor sigue adherido a su piel, como si las llamas de su pesadilla no se hubieran extinguido del todo. Su cuerpo tiembla, un reflejo de la sensación fantasma del fuego lamiendo su mejilla, del agua hirviendo escurriéndose por su rostro, devorando su piel con la ferocidad de una maldición que jamás podrá borrar.

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El cuarto está en penumbras, pero su mente sigue atrapada en aquel día, en aquel infierno al que está condenado a regresar cada vez que cierra los ojos. Su madre está allí, de pie frente a él, con las manos crispadas y los ojos desorbitados, su rostro deformado por el horror, el miedo y algo peor: la resignación. Shoto intenta hablar, llamarla, pero su voz se ahoga en su propia garganta cuando la ve levantar la tetera, su contenido burbujeando con un calor sofocante, un calor que él siempre ha odiado, un calor que su cuerpo rechaza por instinto.

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Y luego, el dolor. Insoportable, desgarrador, absoluto. El agua cae sobre su mejilla y su carne chisporrotea, la piel ardiendo y encogiéndose, como si se deshiciera en el aire. El grito que suelta ni siquiera le parece suyo. Su madre lo mira, pero no lo ve. Sus ojos están vacíos, huecos, tan rotos como él lo estará a partir de ese día.

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No está solo. Lo sabe antes de siquiera abrir los ojos. Sabe que, aunque en su pesadilla su madre es el verdugo, en la realidad el verdadero monstruo nunca dejó de vigilarlo, nunca dejó de moldearlo, nunca dejó de obligarlo a ser la herramienta de su propia obsesión.

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Endeavor. Su padre. La presencia que siempre se sintió como una maldición. Aun en su sueño, su sombra es más grande que la habitación, más sofocante que el aire ardiente que lo rodea. Lo ve con su mirada severa, con sus ojos encendidos por una ambición retorcida, devorando todo lo que toca. No hay ternura en su expresión, no hay compasión en su voz cuando le dice: Tienes que ser mejor.

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Shoto lo odia. Lo odia con una intensidad que lo enferma, que le quema la garganta cada vez que pronuncia su nombre. No quiere parecerse a él, no quiere su fuego, no quiere su poder. Pero es su hijo. Su experimento. Su legado.

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La rabia lo asfixia, lo ahoga en una tormenta de emociones que no sabe cómo controlar. Es un niño otra vez, atrapado en un entrenamiento inhumano, sintiendo los puños de su padre sobre su espalda, sus palabras afiladas como cuchillas, sus órdenes como grilletes al rojo vivo. Y cada vez que fracasa, cada vez que se resiste, el fuego está ahí, recordándole que no tiene opción. Que no tiene derecho a ser débil.

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Despierta, pero el odio sigue ahí. Pegado a sus huesos, supurando de su cicatriz como si aún estuviera fresca. No importa cuántos años pasen, no importa cuántas veces intente alejarse, Endeavor sigue en su sombra, su presencia tan inescapable como la marca en su piel.

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No quiere ser como él. No quiere su poder, no quiere su nombre, no quiere que su destino esté ligado al de un hombre que lo trató como un arma antes que como un hijo. Pero es imposible arrancarlo de su existencia. Su reflejo en el espejo es un recordatorio cruel: el fuego en su lado izquierdo, el hielo en el derecho. Dos mitades que no deberían convivir, una creada para odiar a la otra.

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El odio lo consume. Es amargo, es sofocante, es eterno. No hay justicia en este sentimiento, solo cenizas en su garganta y un vacío que nunca se llena. Porque no importa cuánto lo odie, el fuego sigue dentro de él. Es su herencia. Su condena.

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La habitación está en silencio. Su pecho sube y baja con fuerza, sus manos están crispadas en las sábanas. No sabe cuánto tiempo ha pasado desde que despertó, pero siente el cansancio hundido en cada fibra de su cuerpo. El dolor sigue latente en su mejilla, como si su piel aún recordara la sensación de quemarse viva.

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El odio no lo ha abandonado. Lo acompaña, lo persigue, lo carcome. Es su cicatriz más profunda, más dolorosa que la del rostro. Una que no se ve, pero que jamás ha dejado de sangrar.

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Shoto cierra los ojos, intentando respirar. Intentando convencerse de que es diferente. De que puede alejarse de la sombra de su padre. De que algún día, quizás, dejará de odiarlo.

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Pero sabe que es mentira. Sabe que, en el fondo, el fuego sigue esperando. Y que algún día, cuando menos lo espere, lo devorará por completo.

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> ᒮ× DESPEDIDA ×ᒳ <

Las llamas de su pasado nunca se extinguen del todo, pero cada despertar es una oportunidad para respirar, aunque el aire aún huela a cenizas. El dolor persiste, pero también la resistencia.

A veces, las cicatrices parecen definir quiénes somos, pero no son cadenas inquebrantables. Incluso en la oscuridad más profunda, existe la posibilidad de caminar sin ser consumido por las sombras.

Este relato no busca respuestas fáciles ni finales perfectos. Solo deja una verdad ardiente: el pasado duele, el odio quema, pero el futuro sigue esperando, incierto, listo para ser reclamado.

Nos vemos en el próximo blog, Carpe Diem, Quam Minimum Credula Postero, momento mori.

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-Hasta que llegue la eternidad nos encontrarás persiguiendo el sol.

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