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𝐸𝑛 𝑙𝑎𝑠 𝑠𝑜𝑚𝑏𝑟𝑎𝑠; 𝑃𝑟𝑖𝑚𝑒𝑟𝑎 𝑝𝑎𝑟𝑡𝑒.

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𝐸𝑛 𝑙𝑎𝑠 𝑠𝑜𝑚𝑏𝑟𝑎𝑠; 𝑃𝑟𝑖𝑚𝑒𝑟𝑎 𝑝𝑎𝑟𝑡𝑒.-[C]
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En las sombras; primera parte.

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Forbidden Lullaby

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En las sombras, ella la observaba de nuevo.

La chica lloraba desconsoladamente en su alcoba, escondida entre las sabanas y abrazando a su almohada. Otra decepción amorosa la había lastimado, ese idiota se fue con otra, rompiéndole en pedacitos su frágil e inocente corazón.

Ella la conocía tan bien como la palma de su mano, pero desgraciada era su naturaleza que le impedía acercársele, acariciarle y decirle que todo estaría bien. Quería romperle con sus manos el cuello a ese infeliz, ¿Cómo se había atrevido a dañar a la mujer que tanto amaba?. No debería derramar ni una sola lágrima por él, no valía la pena.

Había crecido formidablemente desde su último encuentro, ahora era toda una mujer hecha y derecha; definitivamente el universo la había dotado en belleza y gracia. Aún recordaba ese encuentro, la primera vez que la vio....

Era sólo una joven cuando había salido sola al bosque, sus ansias de explorarlo eran tan grandes que caminaba emocionada por verdes prados, hipnotizada por el cantar de las aves, maravillada por la naturaleza había decidido recolectar las mejores flores para su madre, sin ser consciente de los peligros que traía el ocaso.

Este bosque no es como los otros.

La oscuridad se aproximaba, el astro rey caía y ella no sabía cómo regresar, sin tener un rumbo fijo corría con desespero, desconociendo que cada paso que daba se adentraba a lo profundo del lugar. La luna se alzó en su punto máximo, pura y maravillosa con su luz cubriéndolo todo.

Su ancestral fulgor despierta a criaturas fuera de nuestro entendimiento.

Aquella chica estaba cansada, se recostó en un árbol mirando el cielo, rogándole ayuda, un milagro que pudiera llevarla a casa. Tomó sus piernas y puso entre ellas su cabeza, sollozos comenzaron a salir. Hasta que unos violentos gruñidos se hicieron presentes, alarmada levantó su vista hacia los arbustos, lo que vio la paralizó del miedo. Ojos brillantes la observaban entre las malezas...La asechaban se podía percibir los deseos de desgarrar y devorar su carne

«Lobos», pensó.

Uno ellos salió, e iluminado por la luna ella pudo ver claramente su forma: enorme, pelaje negro como el carbón y con garras afiladas como cuchillas, dispuesto a hacer un festín con su cuerpo...

—Imposible —susurró al caer en cuenta de su colosal e irreal tamaño...esa cosa no era un lobo, era horripilantemente peor.

Más lobos aparecieron detrás del anterior, el pánico se apoderó de la joven, ahogó un grito mientras su cuerpo se estremecía. No podía quedarse allí, así que reunió fuerzas y corrió lo más rápido que sus piernas pudieron, a sabiendas que nada la salvaría, pero su interior albergaba una chispa de esperanza.

Ellos la seguían, rompiendo salvajemente todo a su paso, cada vez estaban más cerca de alcanzarla, e infortunadamente, una rama la hizo resbalarse, quedando en desventaja. Caer era un mal chiste, uno de pésimo gusto, parecía una protagonista tonta de esas aburridas películas de terror.

La fiera no pasó esto desapercibido y lanzó un zarpazo a su espalda. De seguro la hubiese matado si no hubiera hecho rodar su cuerpo, pero no salió bien del todo, pues su brazo recibió cortadas profundas.

Sencillamente era su fin.

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Su corazón golpeó con fuerza sus costillas, poniéndola en estado de alerta. Había despertado de su efímero descanso con sus colmillos afuera al igual que sus uñas largas y cortantes, sus ojos rojos brillaban como faros en la oscuridad; se había transformado totalmente en su forma original. Su pecho se contrajo dolorosamente estrujando sus entrañas, sacándole todo el aire, y no sólo eso, algo le quemaba la piel del brazo, pero no existía tal herida.

Entonces sintió un impulso extraño, como una corazonada, esa sensación estaba removiendo hasta el lugar más recóndito de su ser. La sangre derramada de la herida que caía sobre la tierra húmeda clamaba su nombre. Respiró intentando recuperar la calma, pero lo único que logró fue impregnar su nariz con un fuerte y embriagador aroma. Era delicioso.

Sólo una cosa ejercería esa descomunal fuerza desconocida, y tales sensaciones sobre ella...la sentía...

«Está viva....está aquí», pensó estupefacta.

Había algo más que la inquietaba, podía sentir que ella estaba lastimada, y no había duda en eso. Debía, necesitaba, llegar lo más rápido posible, de lo contrario sería muy tarde...con sólo pensar en ese desenlace...no, ni siquiera soportaba concebir la idea.

Cerró sus ojos y puso su mano sobre su pecho, concentrando toda su fuerza vital. Iba a incrementar su poder y habilidades físicas, no sabía si tendría que enfrentarse a una amenaza, así que lo mejor era tener un as bajo la manga. En segundos sus ojos rojos brillaron intensamente, los músculos de su cuerpo se tensaron al punto que parecían de concreto y las uñas aumentaron unos centímetros más.

Inhaló profundo, sin abrir sus ojos, percibió miedo y luego punzadas en su cabeza junto con alucinaciones...veía lobos enormes, uno en especial acercándose amenazante...el brazo ardía aún más como si le hubieran rozado con plata o un rayo de sol.

Sus visiones le mostraron algo que temía, había subestimado el peligro, esos lobos no eran comunes y corrientes, su tamaño y comportamiento rabioso los delataba, eran hombres lobo.Entonces no tenía suficiente con eso, debía adquirir más fuerza.

Era joven para su especie, recién cumplía 457 años, pero su cuerpo se había estancado en la edad de 25. Le faltaba experiencia, por lo cual sus capacidades no estaban plenamente desarrolladas y la única manera de hacerlo inmediatamente, era invocando parte del demonio que encerraba su cuerpo. No era fácil y le causaba una gran agonía, si pasaba su límite podría ser absorbida y perdería el control de su cuerpo, posteriormente, horas más tarde ese poder la mataría.

Sin embargo, poco le importaba esto, su preocupación y agobio eran más grandes. Volvió a tomar postura y repitió el proceso, un abrumador dolor hizo que cayera de rodillas al suelo. Su cuerpo volvió a cambiar, este estaba aún más rígido, sus colmillos aumentaron aún más lastimándole la boca, y sus ojos...estos por un momento fueron diferentes. Algo extraño en su espalda también creció, cerca de los omoplatos, perforándole la ropa, pero no se molestó en revisar que era.

Salió de su cueva y saltó el acantilado, sin problemas aterrizó, dejando una gran marca en la tierra. Inspeccionó su alrededor, podía distinguir las formas en la oscuridad sin problemas, incluso ver a través de ellas, sus oídos percibían hasta el chasquido de una hoja, el resto de sus sentidos también eran muy agudos. Respiró hondo, intentando encontrar la fuente de ese enigmático olor.

Corrió para subir a una piedra e impulsarse para saltar, cuando lo hizo esta se hizo pedazos, voló varios segundos antes de volver bruscamente al suelo, continuó corriendo por kilómetros, con rapidez y sin cansancio alguno. Ya se encontraba cerca cuando saltó de nuevo, esta vez cayó a varios metros de donde la sangre estaba.

Al ver a las bestias sintió la rabia inundar su cuerpo, se lanzó hacia los primeros lobos que pudo, aplastándoles los huesos, matándolos con sus golpes. Sólo son secuaces —intuyó—. Sin duda los demás al notar su presencia se lanzaron hacia ella, pero eran demasiados, pareciéndole extraño que tantos individuos así estuvieran allí. En definitiva, la situación podía acabar muy mal, sólo su poder incrementado no serviría. Colocándose en una postura firme y precisa, extendió su mano al aire abriéndola frente a ella. Iba a cometer una locura.

—¡Malum tenebris te voco!. ¡Ego daemonium carrier! —pronunció en voz alta.

El tiempo pareció lento y el cielo se oscureció con nubes grises, el estruendo de los rayos hacía eco en las montañas. Un complejo sello mágico apareció en el suelo, desplazando el aire a su alrededor, brillaba al rojo vivo y emanaba un calor abrasador, pero ella no se inmutó, bajo la mirada de todos, del sello salió un artefacto cubierto de un aura oscura, resaltando la gema roja incrustada al final de la empuñadura. La espada palpitaba, como si tuviera vida propia.

Los hombres lobos estaban aterrados, su fuerza se veía reducida porque la luna había sido cubierta con nubes intensas que ahora eran color negro. Nunca habían visto algo como esto en sus vidas, sólo les quedó huir con la cola entre las patas.

Con determinación tomó el mango de la espada con sus dos manos. Fue ahí cuando la gema intensificó su color resaltando aún más del resto de la espada. El aura negra envolvió su cuerpo, moldeando una armadura negra alrededor de este, cuando esta estuvo lista el aura volvió a concentrarse en la espada. Sintió su poder albergar en su cuerpo, haciendo que la cosa en su espalda creciera y que su rostro se deformara por el dolor, el iris de sus ojos ahora era negro, pero nadie puedo ver esto por el casco que cubría su cabeza.

El tiempo regreso a la normalidad. Los lobos se habían ido, entonces dejó su posición ofensiva y se acercó más a la fuente de aquel hechizante aroma, se detuvo al ver que un lobo seguía allí, interponiéndose en el camino, mirándola con desdén.

Observó bien al animal, no pudo ocultar su asombro al ver un cristal brillante colgando de su cuello, se trataba de un alfa. Nunca se había enfrentado a uno, pero sabía que no sería fácil derrotarlo.

Caminó rodeándolo, cuidando sus movimientos, pero se detuvo en seco, detrás de él había una joven. La sangre que había olido era suya. Vio en su rostro el claro reflejo del terror y una punzada se le clavó en el pecho. Esa mirada y el sentimiento que le transmitió dolían, por nada del mundo quería que ella le tuviera miedo, todo menos eso.

En su distracción se había olvidado completamente de lobo. Este se lanzó sobre ella mandándola lejos, rompiendo varios árboles con el impacto. Al caer recobró el aliento, había frenado su caída enterrando la espada en la tierra, esta cambió su aspecto como si la hubieran quemado, precisamente eso había ocurrido, la espada quemaba y volvía cenizas lo que tocaba.

Con ira desbordando de su cuerpo, se impulsó hacia el lobo que se acercaba corriendo a ella. Notó que su poder incrementó más y la cosa en su espalda creció también, dolía, pero no sé detendría. Alcanzó a cortar al lobo en su pata, mientras él le mordió el brazo perforando la armadura con sus largos colmillos, sujetándola fuerte la arrojó de nuevo, saliendo disparada la espada fuera de sus manos.

Se levantó más débil, la fuerza comenzaba abandonar su cuerpo, justo cuando la más la necesitaba, pero era de esperarse, la transformación e invocación le estaban pasando factura, en consecuencia la regeneración de una herida así tomaría tiempo. El lobo la había dejado a un lado para retornar con la joven, buscó rápido a su alrededor la espada pero no estaba, con desesperación vio que cada vez estaba más cerca de ella. Si debía morir ahí lo haría, no sin antes haberlo matado.

Corrió hasta él y se le lanzó al lomo, este sorprendido se revolcaba intentando librarse del agarre que ella tenía en sus costillas. Él la estaba sofocando, pero ella no lo soltaba a pesar de que su sangre comenzaba a formar una gran mancha roja en húmeda tierra.

Fingiendo estar moribundo el animal se rindió, ella lo soltó levemente su agarre para darle la estocada final, pero entonces él se puso rápidamente de pie y le lanzó un zarpazo al pecho que atravesó la armadura, gritó mientras caía al piso y más sangre salía expulsada de su boca. La lesión fue grave.

El lobo la miraba gustoso de su agonía, luego cambió su atención, dirigiéndose de nuevo a su objetivo desde el comienzo. No podía levantarse y el flujo de sangre que emanaba de sus heridas era cada vez más evidente, con esfuerzo giró su cabeza para ver a la joven, apreciándola claramente a través del casco, para su sorpresa aquella también la mirada fijamente, como si sus ojos pudieran transparentar el metal negro y ver su monstruosidad.

Esa mirada de miedo por lo que estaba por ocurrir, era el impulso, esa fuerza vital que necesitaba para actuar. Luego vio como cerraba sus ojos con pesar, aceptando su destino: la muerte.

No lo permitiría.

—¡Malum tenebris, defendat domina! —Pronunció con su corazón y toda fuerza de voluntad que aún le quedaba, el hechizo le costaría la vida.

Alzó ambas manos al cielo, creando otro reluciente sello mágico, pero este era inmenso, de mayor nivel y más grande, sostener un sello así le estaba quemando las manos, pero permanecía inamovible.

Sus colmillos comienzaban a lastimarle la boca, sus ojos comenzaban a ser consumidos en su totalidad por la negra oscuridad, de una forma inhumana gritó de dolor, la cosa en su espalda le estaba rompiendo los huesos de esta y a su vez le perforó la armadura.

El cielo estaba cubierto de densas nubes negras, una columna de fuego salía de este, posicionándose en la ubicación de la espada, esta palpitaba de nuevo y a su vez la armadura desprendía un aura reluciente.

El fuego se extendía en forma de rayos quemando todo a su paso, hasta que se detuvo rodeando la zona donde los tres se encontraban, pero de pronto muchos de ellos comenzaban a acercarse al gigante animal, antes de que llegara a su objetivo lo atravesaron, matándolo al instante.

Sonrío mientras sus brazos caían, rompiendo el sello mágico y con él iba desvaneciéndose su último aliento de vida. Parecía irreal aquella escena, los de su especie eran considerados como dioses, inmortales e indestructibles, pero realmente estaba muriendo, la sangre derramada y las heridas en su cuerpo lo demostraban.

La joven despertó y sus ojos cafés brillaban de forma inusual, se levantó y corrió rápidamente hacía el ser moribundo que la había salvado. Se arrodilló, tomó con suma delicadeza su cabeza para colocarla en su regazo y le quitó el casco. No sintió temor del color de sus ojos, sus colmillos o de sus manos, sabía que no la lastimaría. Acarició su rostro quitando algunos cabellos y la besó.

—No puedes morir. Recuerda tu promesa. Tú me perteneces —una voz le habló a la chica, sólo la podía escuchar en su cabeza. El alma de su amada le hablaba.

La otra al sentir el toque de sus labios, abrió sus ojos sorprendida, mientras ella mantenía los párpados cerrados. La joven pasó su mano sobre la herida de la mayor mientras intensificó el beso. Su mano comenzó a resplandecer, la luz pura que desprendía curaba las heridas de ambas.

La armadura desapareció al junto con la espada dejando su cuerpo descubierto de toda protección. Las dos separaron sus labios y cayeron tendidas sobre la tierra.

Para aquel entonces la joven sólo tenía 15 años.

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El tiempo pasó y la joven se había convertido en una mujer bella, inocente e ingenua. Olvidó aquel hecho, como si nunca hubiera sucedido, como si sólo hubiera sido una fantasía producto de un sueño.

En cambio, la mayor nunca lo olvidó, al contrario, todas las noches lo recordaba mecánicamente, sonrojándose inconscientemente al llegar a la parte del beso. No se explicaba ¿Cómo la joven no la recordaba?, ¿Por qué?, ¿Acaso no quería verla?, pero de ser así ¿Cómo era posible?, daba infinitas vueltas en su ataúd pensándolo, leía libros de magia antigua buscando algún indicio. Sin embargo, no encontró nada.

Y allí estaba de nuevo, últimamente sus visitas se habían hecho más frecuentes al descubrir la tristeza de la menor. La noche era perfecta para ir a visitarla, la oscuridad era el manto ideal para cubrir sus movimientos. Se colaba entre los tejados hasta llegar al frente del gran cristal de la habitación, lo suficientemente cerca para ver, lo suficientemente lejos para no ser descubierta. De ese modo siempre estaba allí, como la incesante presencia de un fantasma.

Anhelaba ser diferente.

Estaba condenada el resto de la eternidad a ser el monstruo de los cuentos de hadas. Nadie la amaría, ¿Quién en su sano juicio lo haría?. Su aspecto era horripilante, su piel pálida y falta de todo color, sus maños poseían uñas afiladas, sus colmillos sobresalían de su boca. Había feas cicatrices en su cara y cuerpo, que por fortuna en la primera su corto y descuidado cabello alcanzaba a cubrir parte de ellas, por último, la cereza del pastel era el anormal color rojizo de sus ojos. Todo le produciría temor a quien la viera.

Suspiró pesadamente, pensar tanto en ese asunto le entristecía. Se limitó a mirarla desde la distancia, cuidándola hasta que el sol comenzara asomarse. Aunque la amara como nada en el universo, era consciente de lo que ocurriría si hacia algún acercamiento, al saber de su existencia y de lo que ella misma era y significaba, el frágil mundo de aquella mujer sería roto sin reparos.

Quién imaginaría que tarde o temprano tendría que mostrarse a su amada de la peor forma.

Traducciones:

• Malum tenebris te voco: Yo llamo a la oscuridad malvada.

• Ego daemonium carrier: Yo portador de demonio.

• Defendat domina: Protege a la dama.

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He vuelto :dizzy: . Muchas gracias por llegar hasta aquí, espero que la historia haya sido de su agrado. Si hay algún error por favor avísame.

ᵕ̈ 高 ↱ Las ediciones presentadas son de mi autoría, por favor no tomar sin autorización ₊˚.༄

୨ ꩜ 𓄹 𝆬 ᠉ 15/06/2021

𓍯 ៚ ▦ @Albedo_61

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O.o muy linda, aunque ya siento penita por la ¿vampiro? espero la segunda parte, me encantó, espero la jove no la haya olvidado :pensive: :pensive:

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2 Reply 06/16/21
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